El relato policial nunca volvió a ser el mismo después de que Arthur Conan Doyle, con la inconciencia justa para no darse cuenta de lo que estaba haciendo, reunió, en un salón lleno de probetas y alambiques, a Sherlock Holmes y al doctor Watson. Digo inconciencia porque si acaso hubiese sido capaz de imaginar lo que hacía, posiblemente se habría tomado demasiado en serio a sus personajes, desbarrancándose en el intento de hacer una literatura perdurable. Pero por suerte no fue así, y Sherlock Holmes apareció con la fresca irresponsabilidad de todas las grandes fabulaciones y, como tal, se avalanzó sobre la realidad hasta exceder a su creador. Pero no sólo a él. También a nosotros, los lectores, nos desborda constantemente. Porque cerrar un libro no es siempre el mismo acto, y Sherlock Holmes es de esos personajes que evaden esta fatalidad y la convierten en un nacimiento: basta con cerrar cualquiera de los libros que narran sus aventuras para darnos cuenta de que, mientras nosotros nos sumergimos en nuestra vida cotidiana, él se alarga en su sillón junto a la chimenea, en sus habitaciones de Baker Street, para fumar en su pipa de barro y rumiar su melancolía, esperando que alguien golpee a su puerta y el mecanismo que lo justifica se ponga otra vez en movimiento.' Ricardo Romero.

LAS AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES I - ARTHUR CONAN DOYLE

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El relato policial nunca volvió a ser el mismo después de que Arthur Conan Doyle, con la inconciencia justa para no darse cuenta de lo que estaba haciendo, reunió, en un salón lleno de probetas y alambiques, a Sherlock Holmes y al doctor Watson. Digo inconciencia porque si acaso hubiese sido capaz de imaginar lo que hacía, posiblemente se habría tomado demasiado en serio a sus personajes, desbarrancándose en el intento de hacer una literatura perdurable. Pero por suerte no fue así, y Sherlock Holmes apareció con la fresca irresponsabilidad de todas las grandes fabulaciones y, como tal, se avalanzó sobre la realidad hasta exceder a su creador. Pero no sólo a él. También a nosotros, los lectores, nos desborda constantemente. Porque cerrar un libro no es siempre el mismo acto, y Sherlock Holmes es de esos personajes que evaden esta fatalidad y la convierten en un nacimiento: basta con cerrar cualquiera de los libros que narran sus aventuras para darnos cuenta de que, mientras nosotros nos sumergimos en nuestra vida cotidiana, él se alarga en su sillón junto a la chimenea, en sus habitaciones de Baker Street, para fumar en su pipa de barro y rumiar su melancolía, esperando que alguien golpee a su puerta y el mecanismo que lo justifica se ponga otra vez en movimiento.' Ricardo Romero.